Los precios de algunos productos han registrado aumentos en los últimos meses. En un país donde señalar culpables compite con el béisbol como deporte preferido, no debemos sorprendernos de que cerebros muy poco amueblados adelanten su elegido: el Gobierno. Unos indican que ha descuidado la producción agropecuaria. Otros afirman que no ha bajado los impuestos como prometió en campaña. La inconformidad provocada por el aumento de algunos precios no debería llevarnos a identificar culpables que no lo son.
Echemos un vistazo a la tabla anexa. En ella presentamos el aumento de precios internacionales de algunos productos a los cuales el Banco Mundial les da seguimiento permanente. Comparamos el precio promedio durante el mes de enero de este año con el precio promedio de los meses marzo-mayo 2020, los meses más depresivos que acarrearon caídas de precios transitorias. El precio del barril del petróleo WTI ha subido 109%, induciendo un aumento de 103% y 65% en los precios spot de la gasolina regular y el diésel. Los precios del carbón han subido entre 43% y 47%. Los aumentos de precios son más bruscos en el caso del gas natural, oscilando entre 51.9% y 240%. El precio spot del gas propano ha subido un 150%. ¿Culpa de Industria y Comercio?
Los precios de los aceites comestibles han subido entre 21% y 96%. El de la soya en 58% y el de su harina en 56%. Los del maíz y el trigo en 55% y 26%, respectivamente. El precio del arroz vietnamita ha aumentado en 21%, el del pollo registra un aumento de 19% y el del azúcar en 38%. El precio del algodón se ha disparado en 33% y los del caucho entre 39% y 65%. Los fertilizantes por igual. Los precios del fosfato diamónico (DAP), el superfosfato triple (TSP) y la urea han subido entre 19% y 54%. ¿Culpa de Agricultura?
El precio de aluminio ha subido 33%, el del hierro 90%, acero 106%, cobre 55%, plomo 20%, estaño 44%, níquel 50% y zinc 40%. Los precios de los metales preciosos, activos que algunos compran para protegerse de la inflación futura, también han subido. El precio del oro ha aumentado en 12%, el del platino 42% y el de la plata 68%. Otros han optado por protegerse comprando acciones de empresas de tecnologías que conviven en nuestros hogares y oficinas. Los precios de las acciones de Amazon, Google, Apple y Microsoft han subido en 40.1%, 39.8%, 84.0% y 34.8%, respectivamente. ¿Culpa del Gobierno?
Si se investiga con objetividad observaremos que, en el 2020, frente a los efectos depresivos sin precedentes que causaron las medidas de confinamiento adoptadas globalmente para moderar la propagación de la pandemia, los gobiernos del mundo sacaron los cañones fiscales para frenar el avance de las fuerzas contraccionistas. La pólvora para alimentar los cañones no se compró con ingresos derivados de impuestos, pues esto habría reducido el efecto expansivo sobre la demanda agregada que se perseguía con el aumento descomunal del gasto público. La pólvora, en los países desarrollados, se compró con dinero provisto por los bancos centrales a cambio de bonos del Tesoro. En los países en desarrollo, con endeudamiento.
En Estados Unidos, el medio circulante (M1) ha subido 70% en los últimos 12 meses, un aumento de US$2.77 trillones. En los últimos 12 meses, la FED emitió lo mismo que le había tomado emitir en sus primeros 100 años (23 diciembre 1913 – 19 de mayo 2014). A pesar del despliegue sin precedentes de la artillería fiscal y monetaria, el PIB real de EE.UU. se redujo en 3.5% en el 2020. La caída provocada por la pandemia en los trimestres I y II del 2020 fueron demasiado pronunciadas para ser compensadas en los trimestres III y IV. La expansión monetaria sin precedentes no desató presiones inflacionarias. El índice de precios de gastos de consumo personal cerró en 1.5% en diciembre del 2020, por debajo de la meta de inflación de 2.0%. La dramática caída de la demanda agregada produjo tasas negativas de inflación en marzo, abril y mayo.
¿Por qué la expansión monetaria no tuvo un impacto significativo sobre la inflación? Porque el gasto de consumo personal se redujo en 2% en el 2020 mientras que el ahorro personal, como porcentaje del ingreso personal disponible alcanzó un 16.4%, el más elevado de la historia de EE.UU. El ahorro personal alcanzó US$2.88 trillones, prácticamente igualando el aumento que registró el medio circulante en los últimos 12 meses. No debe sorprender que los bancos estadounidenses estén señalando que no desean seguir recibiendo depósitos del público.
Los precios de los commodities han subido como consecuencia de la mano visible de China, cuyo gobierno ha elevado la inversión en infraestructura y la demanda por metales. Al mismo tiempo, su decisión de garantizar la seguridad alimentaria ha provocado un boom en sus importaciones de alimentos. Han contribuido también a elevar los precios de los commodities, las expectativas creadas por las políticas estadounidenses de estímulo como la Ley de Alivio del Coronavirus de US$0.9 trillones y el nuevo paquete de ayuda económica de Biden por US$1.9 trillones, los cuales robustecerán la demanda. Agréguese a lo anterior el hecho de que el movimiento hacia las energías renovables y los vehículos eléctricos ha aumentado la demanda de cobre, plata, aluminio y otros metales. Debemos sumar además las interrupciones de suministro provocadas por la asimetría en el comercio: China enviando contenedores con sus exportaciones que no regresan con exportaciones del resto del mundo a China. Los aumentos exorbitantes en los fletes han elevado el costo de las importaciones. Cuando aparecen, los fletes de contenedores de 40 pies desde China, han aumentado 600%, 400% y 220%, si el destino es Europa, EUA o Dominicana, respectivamente. Finalmente, la superabundancia de liquidez y los bajos precios que exhibieron los commodities debido a la pandemia, ha motivado a los fondos de cobertura (“hedge funds”) a invertir billones de dólares en commodities, convirtiéndolos de nuevo en atractivos activos de inversión.
El reto que tiene nuestro Gobierno frente al regreso de la inflación es serio. De lo que se trata es de determinar si el rebrote de precios es transitorio o permanente, pues las políticas para enfrentarlo son diferentes. Apostar a un rebrote transitorio es arriesgado. Con el boom de liquidez global existente y en aumento, mientras la FED no alcance su objetivo de máximo empleo aun a costa de una inflación por encima de la meta del 2% durante dos o tres años; con la enorme acumulación de ahorro personal contenido en presas cuyas compuertas se abrirán en busca de bienes y servicios cuando irrumpa la euforia de consumo que desatará el fin de la pandemia; y con el aumento de la visibilidad de la mano de China en la economía mundial, convendría que el equipo económico del Gobierno prepare un escenario alternativo de opciones de políticas frente a un rebrote permanente y lo que esto acarrearía en materia de las tasas de interés internacionales y domésticas.