Por Andrés Dauhajre hijo. jul 08, 2024

La frase célebre del rosado, elegante y culto león Melquíades, creado por Michael Maltese para el estudio de animación Hanna-Barbera en 1961, tomó vigencia de nuevo el pasado domingo en Francia. El Mayor Menor, el eterno cazador de Melquíades, fue representado por Marine Le Pen, líder de Agrupación Nacional, quien había prometido que, si la derecha nacionalista ganaba las elecciones y conseguía la mayoría para controlar el ejecutivo, daría inicio a deportaciones masivas de inmigrantes.

Advertido Melquíades, no le quedó más alternativa que huir por la izquierda. Esta le ha pedido a Macron echarse a un lado para darse la oportunidad de formar el gobierno que arrebató a la derecha representada por Le Pen y Bardella. El resultado ha sorprendido a muchos analistas que pensaban que la derecha nacionalista se alzaría con la mayor cuota de los 577 representantes en la Asamblea Nacional. En la primera vuelta del pasado 9 de junio, la derecha nacionalista obtuvo el 33.1% de los votos, seguida de la coalición de izquierda Nuevo Frente Popular con 28% y, más rezagada, con 20.8%, Juntos, la coalición de Macron. En la segunda vuelta celebrada el 7 de julio, la derecha nacionalista obtuvo la mayor cantidad de votos, un 37.3% del total de los emitidos.  A pesar de ese resultado, quedó en tercer lugar en cuanto a representación en la Asamblea Nacional con 142 asientos, el 24.6% de los 577. Nuevo Frente Popular con el 26.9% de los votos, obtuvo 178 asientos, equivalente al 30.8% del total de asientos. La coalición Juntos de Macron, que obtuvo el 22.3% de los votos tendrá 150 asientos, el 26.0% del total. 

A pesar de haber quedado en tercera posición, la derecha nacionalista avanzó significativamente. De 89 asientos que obtuvo en las elecciones de 2022, ha pasado a 142. Este avance de la derecha nacionalista en Francia es un reflejo del temor y el enorme descontento de un número creciente de votantes ante la convivencia de los gobiernos conservadores y de izquierda con la inmigración descontrolada. Para algunos, estos gobiernos han actuado como simples marionetas de estrategas y pensadores de la izquierda radical interesados en socavar el sistema o “el poder de las clases dominantes”, erosionando lo que el teórico marxista italiano, Antonio Gramsci, denominó como la hegemonía cultural que “las clases dominantes logran ejercer sobre las clases sometidas a través del control del sistema educativo, de las instituciones religiosas y de los medios de comunicación.”

Lo primero que observamos es que el sentimiento de comunidad, uno de los pilares fundamentales del concepto de nación, ha comenzado a desaparecer como consecuencia de la inmigración incontrolable de personas que huyen de conflictos bélicos, de la represión o de la pobreza en sus países de partida. Europa ha visto sus fronteras penetradas por 34 millones de inmigrantes, legales e ilegales, durante el período 2013-2023. En Francia, por ejemplo, se estimó que en 2021 la población inmigrante, incluyendo a hijos y nietos de inmigrantes, alcanzaba 19 millones, es decir, el 28% de la población total. Del total de inmigrantes, 6.77 millones son musulmanes, equivalentes al 10% de la población. Algunos analistas pronostican que Francia, si mantiene el curso actual, podría en el futuro convertirse en la primera nación islámica de Europa. El pronóstico no debería alarmar a nadie. Durante las celebraciones del triunfo de la izquierda el domingo pasado, la cual estuvo acompañada de saqueos, destrucción e incendios, las plazas estaban repletas de banderas islámicas y una gigantesca bandera de Francia con la inscripción: “La France Est Tissu De Migrations” (Francia es de los Inmigrantes). Si alguien tiene dudas, observe la selección francesa para la Eurocopa 2024. De sus 25 miembros, 19 son franceses de origen africano.

La derecha nacionalista en Francia, a pesar de haber avanzado considerablemente en estas elecciones con su discurso anti-inmigración, olvidó que en países donde la población inmigrante representa casi el 30% de la población, este discurso tiene vocación de convertirse en un boomerang. Eso parece haber sucedido el pasado domingo en Francia. La presencia dominante de banderas islámicas en las celebraciones del triunfo de la izquierda en Francia, llevaría a cualquier analista político a pensar que de los 27.3 millones de votos válidos del pasado domingo, un porcentaje no despreciable fue aportado por inmigrantes musulmanes temerosos de la cazadora “Mayor Le Pen”.

El descontrol de la inmigración también preocupa a los estadounidenses. En el período 2021 – 2024, se estima en casi 11 millones el número de inmigrantes ilegales, de los cuales una buena cantidad fueron retornados a sus países. Este número contrasta marcadamente con los 3 millones del período 2017 – 2020. Este boom de inmigrantes que ha tenido lugar en los últimos años, ha sido aprovechado por los políticos conservadores y de la derecha nacionalista para criticar duramente a los gobiernos progresistas, de centro izquierda o manipulados por la izquierda radical. No es por casualidad que en las encuestas Gallup de febrero, marzo y abril de 2024, la inmigración aparece liderando el ranking de los principales problemas del país. 

La derecha nacionalista entiende que la mayoría de la población se identifica más con el concepto de nación del filósofo y antropólogo social británico Ernest Gellner, quien en su libro Naciones y Nacionalismo, desarrolló la teoría más importante e influyente del nacionalismo, al plantear que este es un componente necesario de la modernidad y el principio característico más importante de legitimación política.  Gellner define las naciones como grupos que comparten la misma cultura, idioma y territorio, pero añaden a ello un sentimiento de pertenencia a una comunidad y la voluntad de reconocerse y perdurar como una comunidad. No hay que dar muchas vueltas para comprender el porqué la derecha nacionalista, ha encontrado en esta definición una sólida plataforma para articular y desatar una crítica contundente a los gobiernos de izquierda, crítica que ha ido calando en los sentimientos de los europeos y los estadounidenses.  

La derecha nacionalista no se ha detenido ni un instante a analizar la dinámica de los mercados laborales de las economías desarrolladas del hemisferio occidental. No les preocupa que la economía, para seguir creciendo, requiera de un influjo continuo de inmigrantes que puedan inyectar al mercado laboral la oferta de mano de obra que las bajísimas tasas de natalidad prevalecientes en el hemisferio occidental han impedido proveer. Mientras cada mujer africana esté trayendo al mundo un promedio de 4.7 hijos y sus contrapartes europea y estadounidense apenas traen 1.6, la inmigración estimulada por la demanda de mano de obra difícilmente se detendrá. La racionalidad reflejada por estos números, sin embargo, no va a moderar la crítica de la derecha nacionalista a la izquierda progresista del hemisferio occidental.  

La derecha nacionalista está apostado a la sensación de temor e inseguridad que parece haber capturado a los descendientes de los “europeos originales”. Cualquiera que tenga dos dedos de frente no debe sorprenderse ante el creciente sentimiento de inseguridad y preocupación que hoy prevalece en Europa ante el tsunami de inmigrantes provenientes de países africanos y aferrados a una religión como el islam que traza sus propias reglas y patrones de comportamiento, muy diferentes a los que han prevalecido durante siglos en la “comunidad” que conocemos como Europa. Tampoco debería sorprenderse frente a la asociación que los estadounidenses están haciendo entre la creciente inseguridad y delincuencia y el boom de inmigración ilegal que Trump, con mucha efectividad, ha logrado acreditar a las políticas de inmigración del presidente Biden. Los gobiernos de izquierda y progresistas, posiblemente guiados por discípulos de Gramsci, más que un problema, ven en los inmigrantes un caudal adicional de votos para mantenerse en el poder. Los europeos y estadounidenses que añoran el sentimiento de pertenecer a una comunidad de valores, creencias, cultura y tradiciones, han encontrado en los candidatos de la derecha nacionalista la vía para sentirse de nuevo seguros.   

En el caso de EE.UU., la creciente inseguridad no se limita a violencia física y robos en las calles y restaurantes. Las tiendas, según un reportaje de El País, sufrieron pérdidas ascendentes de US$121,600 millones en el 2023 debido al llamado “smash and grab” o romper y agarrar mercancías y bienes en todo tipo de tiendas a través de saqueos realizados por vándalos. El hecho de que estos robos ocurren con más frecuencia en las ciudades y estados santuarios para los inmigrantes ha llevado a algunos a concluir que dentro de los vándalos no solo hay delincuentes que rentan el progresismo y el “wokismo”, sino también algunos de los “bad hombres” definidos en el Diccionario de la Lengua Inglesa de la Beautiful Trump Academy.

El 5 de noviembre de este año, se enfrentarán de nuevo las fuerzas nacionalistas que enarbolan un agresivo discurso anti-inmigración que promete deportaciones masivas de inmigrantes ilegales y las huestes progresistas liberales que han convivido con la porosidad de la frontera y acogido a los inmigrantes, incluso otorgándoles ayuda directa privilegiada. La batalla tendrá lugar en los EE. UU. Algunos piensan que todos los inmigrantes seguirán a Melquíades y huirán por la izquierda, tal y como acaba de suceder en Francia. Incluso sostienen que la apertura de los demócratas a la inmigración está parcialmente motivada para fortalecer su base de apoyo electoral. A diferencia de la inmigración musulmana, la latinoamericana que llega a EE. UU. no involucra el riesgo de irrupción de un credo religioso extraño a la geografía receptora. Mientras el islam tiende a unificar los intereses de los pasados y recientes inmigrantes musulmanes en Francia y el resto de Europa, no está claro si los pasados inmigrantes latinoamericanos con residencia legal en EE.UU. comparten los mismos intereses de los recién llegados. Mientras los recientes podrían abarrotar las urnas de votos demócratas, los pasados, si se aferran a sus intereses económicos y a los beneficios de la seguridad y la paz social, podrían irse con la derecha nacionalista. No olvidemos que la otra frase célebre del león Melquíades rezaba “huyamos hacia la derecha”.


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